VOCES DE MI INFANCIA

Subo a la hamaca de mis recuerdos

sostenida por el nogal que hice mío.

Gozo de volar entre risas de infancia

Tiempos que no volverán.

Colores y aromas de mi terruño

tejen hiedras envolventes

en mi corazón.

Imágenes de un pasado inconcluso

al que no pude decir adiós.

Allí quedaron suspendidas, travesuras atrevidas y

tantas aventuras por contar.

Proyectos de pasto verde

que arrancaba el lobuno

en mi loco galopar.

Ese olor a mate cocido y tostadas,

la leche recién ordeñada,

y la manteca casera;

añoranzas de mis papilas

que no puedo olvidar.

Calorcito inigualable, único

sabores de mi madre,

aquel arroz con leche

sobre la cocina Histilart.

Tardes de rezongada siesta

que se cumplía como ritual.

Y alguna escapada

simplemente para jugar.

El rancho, los montes, los molinos

y ese galpón que guardaba los tesoros prohibidos

-herramientas de mi padre-

que en insolente atropello a escondidas

nada me impedía usar.

Simplemente…  ¡para jugar!

El tambo, la ordeñada, apartar ganado,

el tiempo de esquila, de sembrar y cosechar.

¡Cómo olvidar!

Escalar a caballo junto a mi abuelo

la sierra arbolada de aromos

que él mismo

pudo plantar.

Coleccionar sapitos, en los fuentones de mi mamá,

que no encontraba cuando

quería lavar.

¿Y yo?

Yo solo quería jugar.

Cientos de historias

me gustaría contar.

Se agolpan en mi memoria

y me piden regresar

a ese lugar encantado

porque ese…

Ese era mi lugar.

 

Dicen que al pasado hay que dejarlo atrás

y quedar solo con el arcoíris de los recuerdos.

No lo pude aceptar.

 

Y volví a mi terruño como niña

que quiere volver a jugar.

Solo el rancho y el galpón encontré.

¿Los árboles? No están.

Solo viejo y arrugado, mi amado nogal.

Un vacío de columpio

símbolo de todo lo demás.

Abandonado, desteñido, olvidado, se veía el rancho.

Y no quise ver más…

 

Muerto está el pasado

ya.

 

Ya en el camino de regreso,

mientras rodaba por mi sien

una lágrima incontenible, me di cuenta…

Doloroso duelo.

Mi infancia, mi rancho, mi nogal, mi hamaca,

mi caballo, mi sierra, mis juegos

seguirán luminosos por siempre

tan solo en mi memoria.

Mi tierra ya no es mi tierra.

Yace en lontananza

el desteñido color

de una hamaca ausente,

El nogal que columpiaba mi niñez

hoy desde sus envejecidas ramas

Solitario,

con una lágrima de líquen en secreto me rogó

que le dijera adiós.

Y así fue la despedida gris…

Para nunca más volver.

Hoy pinta mi feliz infancia

solo el loco pincel de los recuerdos.

 

LILA LAHITTE

 

Fotos: Cabaña San Enrique, Sierras de la Vigilancia, Balcarce, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.

Actualmente en manos de otros dueños.

CAMPOSANTO

Flores cortadas, destino sin respuesta al para qué.

Plástico en flor que promete olvido.

Floreros vacíos con olor a muerte.

Ecos fríos, sollozos recientes; humedad y despojos de tiempos finitos.

Floreros vacíos.

Silencio de nombres marmolados

en el frente de la última morada.

Panteones de prosapia enfrentándose a nichos de pobres deudos.

Contenido de efímera existencia humana.

Escenario donde crece la verdad salvaje

en celestes nomeolvides.

Yace Parca, y no espera.

Ruega la oración que enraíza la vida

muy lejos de allí.

¡Comprende mi epitafio, tú, necio!

La vida retoña en el más bello recuerdo

Aunque una lágrima del ojo izquierdo

Se pose en tu corazón.

¡Comprende!

La vida reposa solo en tu fe

Y resucita en cada oración.

 

Lila Lahitte

EL TEMOR Y EL AMOR LO PUEDE TODO

Caminaba con un frío polar hasta la veterinaria. Siete cuadras interminables. Pensé en mi buena idea de llevar a mi gatita de dos meses en el carrito de los mandados y bien abrigadita, para desparasitar. Largo me pareció el camino entre tanta lana, campera, bufanda y gorro, pero al fin llegué!

– Aquí le traigo a mi gatita para desparasitar- expliqué a la veterinaria mientras desataba el cordón del carrito.

-¡AY… POR DIOS! ¡EL CARRITO ESTÁ VACÍO!- Exclamé con la angustia y el temor más profundo.

-Haga el mismo recorrido que hizo para venir y ¡búsquela, Sra.! – Dijo la doctora.
Pensando que en este anochecer ya no la podría encontrar, pero con esperanza, volví por el mismo camino, mirando en cada rincón. La calle, las veredas de enfrente, los zaguanes… Incluso entré a la farmacia donde había estado a mitad de camino. Nada. Mi última esperanza, que estuviera en mi jardín delantero, o en la puerta… ¡o incluso ¿en casa ?! Sentí que el mundo se derrumbaba.
Abrí mi puerta y comencé a llamarla: ¡CARLOTA!!! MISHI… MISHI… CARLOTA! Y me respondió su cunita silenciosa y vacía y sus juguetes tirados…. Quietos…
Pensé un breve instante. Decidí no darme por vencida y salir nuevamente…
-¡Hola Lila!- Me dijo la vecina.
-¡Hola Lucy! Estoy desesperada… ¡¡¡Se escapó mi gatita de dos meses y no la encuentro…!!!
-¡Ah! ¿Es tuya, Lila?, recién estaba aquí. Creo que escondida en mi jardín.
La buscamos, y acurrucada detrás de una planta, temerosa y friolenta, en medio de la oscuridad, la traviesa se asomaba.
La tomé como lo hacen las mamás gatas… y la abracé. En un abrazo infinito.
Luego, volví a ponerla en el carro. Esta vez completamente cerrado. Até con fuerza la bolsa, con un nuevo temor. Claro que no le gustó eso… Pero era la única forma de transportarla.
Así que volví a la veterinaria, arrastrando mi miedo y con el dolor de sentirla revolcándose desesperada por escapar de ese encierro.

Hasta que por un breve hueco asomó su cabecita apretada. Y bigotes al viento, se calmó en el trayecto, para nada cómodo. Con pena le sonreí y acaricié con un dedo sus orejitas.

-¡Llegamos Carlota! Tranquilas, ahora. Lo logramos.
Felizmente ya esta desparasitada.
Aprendí algo. No subestimar a un gatito pequeño y tímido que parece apenas moverse. Porque cuando algo no le gusta se puede convertir en un tigre de Bengala. ¿Acaso a alguno le gusta que lo metan en una bolsa cerrada para salir a pasear?

©Lila Estela Lahitte

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Mi gatita Carlota

EL ADJETIVO

Pomposo, grandilocuente

Simple, lindo, bonito,

Gallardo, desenfadado, rebelde…

Fuerte o silencioso.

¡Impertinente!

Te cuelas donde camina lo sustantivo.

Protagonista de segunda.

Paje humilde…

Humilde y sumiso al antojo de la pluma.

Te conformas…

Te confortas

en tu invisibilidad.

Discriminado, refugiado en la incomprensión.

Burlado como piara revolcándose en el barro

Dicen…

Ensucias los versos.

Vicioso

Vino dulce del poeta atrevido.

Descarado

Desgarrado

Desencantado de la crítica que te expulsa.

Más yo

Con tu misma rebeldía te reivindico.

Eres óleo y linaza

En la paleta del pintor.

Recargado pincel en tu capricho libertario

Literario.

Con tu misma rebeldía te reivindico.

Abro jaulas

Te saco de tu encierro solitario

Te dejo libre por mis versos traviesos y transgresores.

Adorada mascota de horas de inspiración

Con tu misma rebeldía te reivindico…

Estás en mi estilo.

 

LILA ESTELA LAHITTE (Layla)

“SUDESTADA: Toccata y Fuga en Sol menor”

¡Oh mar herido!

Levantas tus grandiosos brazos de espuma

Imponentes, aterradores…

Tu sal brama y arde en los ojos brumosos

Mis piernas escapan de tus garras acuosas

Y en la fuga vuelvo el rostro que descubre tu rostro, de sudestada…

No existe rareza en tu furia.

Aún en mi temor comprendo la impotencia que te arrastra.

Calma… Poco falta para que el viento se arrodille

Y a tus pies ruegue, el perdón para su alma.

La arena del reloj, en la playa se revela.

Los minutos eternos, en caracolas, estallan.

De pronto, así de pronto… se van aquietando tus aguas.

Y por fin el viento se vuelve brisa.

Tus brazos, olas que abrazan algas.

Por allí brilla una luciérnaga,

una caracola de nácar.

Terciopelo arenado recorre el dobladillo de la costa

Ese hilo de plata.

¡Oh, mar inmenso!

Has recobrado tu calma.

Lila Estela Lahitte (Layla)

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